Mujer waru en una comunidad venezolana fronteriza con Colombia.

“En Nigeria comprendí que la lucha contra el ajuste estructural formaba parte de una larga lucha contra la privatización y el ‘cercamiento’, no sólo de las tierras comunales sino también de las relaciones sociales”, expone Silvia Federici en su prefacio de Calibán y la Bruja, cuando reflexiona sobre esta nueva fase de acumulación capitalista en la que estamos. Ésta sólo puede lograrse con el máximo de violencia, como estamos viendo: privatización, criminalización de las protestas, desahucios, encarecimiento de lo común (copago, tarifazo del transporte público…).

El mundo entero necesita una sacudida, sí. La construcción de formas de vida más justas y sostenibles no sólo es posible, sino que es imprescindible. Y en esta vuelta de tuerca, las luchas ecologistas y las feministas se tienen que dar necesariamente la mano. En el curso de ecofeminismo on line que tutorizamos con Ecologistas en Acción, y que va por su VI edición, abrimos un espacio para poner en diálogo estas dos luchas y perspectivas.

Nuestra pretensión es pensar desde lo común, conocer otras formas de ver y entender la vida, como la de esta mujer waru de una tierra fronteriza entre Venezuela y Colombia. Desde su chinchorro, arrugada como una pasa pero flexible y ligera como una pluma, nos regalaba hace un par de veranos una de las canciones que entona su comunidad antes de empezar la siembra.  Con ustedes, el canto waru de la siembra

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