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Comenzamos el curso con una propuesta propia para  hablar de amor, identidades de género y relaciones de poder con pre-adolescentes: el cuento Lucha Ama Libertad que autoeditamos a finales de 2015 y que hemos llevado a las aulas el curso pasado.

Cuando escribimos y pusimos música a este cuento, no sólo hacíamos un guiño al colectivo feminista boliviano Mujeres Creando, también buscábamos una historia que hablase de mujeres supervivientes a los malos tratos. Sin victimizar. Un relato sencillo, bonito, digerible, esperanzador.

El feedback de alumnas y alumnos de quinto y sexto de Primaria no puede ser mejor: gusta, genera debate, permite hablar de sumisión, de control y de otras miserias normalizadas en las relaciones de pareja. Aquí te  contamos nuestra experiencia.

Primero cerramos los ojos y escuchamos. Muchas se remueven en su silla en busca de una posición cómoda; no es muy fácil hacerlo, el mobiliario verde ortopédico sigue siendo el mismo de hace 35 años. Algunas se tapan la cara. Hay quien abre intermitentemente los ojos. Se intuyen, bajo los párpados, ojos agitados. El silencio inquieta, son minutos de cuento. Pero, asombrosamente, captan al vuelo todos los matices de la historia. La generación transmedia no ha perdido el sentido de la escucha.

Después pasamos al análisis del cuento. Nos convertimos en en una especie de críticas de cuentos con gafas violetas. En la pizarra hemos dibujado una tabla para dinamizar y ordenar el debate. Juntas iremos desmenuzando cómo se sienten y cómo actúan los personajes de este cuento: Lucha y Tito, una pareja que vive en La Paz.

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Pizarra de una clase de sexto de primaria de Madrid (2016)

Al comenzar el cuento, Lucha es alegre, le gusta pintar y regalar sus dibujos a sus seres queridos. Pero cuando inicia su relación con Tito empieza a renunciar a sus deseos, a la pintura, a sus amigas. Lo hace para que Tito no se disguste. Pero se siente triste, “tiene un nudo en estómago”. Chicas y chicos identifican el malestar de Lucha automáticamente y también su causa.

Tito no es un santo

“Quieres más a los dibujos que a mí”, le ha dicho con ojos de cordero degollado Tito (así lo imaginamos). Y eso tiene un impacto en Lucha: se siente culpable, sus deseos van en contra de los de su amado. “Que no me diga nadie que te ha visto pintando”, le dirá después. Y es cuando Lucha empezará a pintar a escondidas.

Todo es muy sencillo y a la vez muy sutil en este cuento. En otro tipo de relato el comportamiento de Tito sería hasta romántico, “lo hace por amor”. Pero en este cuento su actitud violenta no está erotizada. Chicas y chicos no aprueban su conducta y nombran, aunque con cierta duda, que eso que ha hace es “chantaje emocional”, «la está amenazando”. En varias aulas nos encontramos con chicas que manifiestan su indignación “Tito es un machista”. ¡Han dicho “machista”! Tienen 12 y 13 años y este vocabulario lo traen ya en la mochila.

¿Por qué hay chicos que actúan así? ¿Cómo se sienten?, preguntamos con inocencia estratégica. Son las alumnas las que se atreven a contestar esta pregunta: “actúa así porque siente celos, no soporta que ella esté con otras personas”; “se siente inseguro”; “tiene miedo”. Pero ¿a qué?, insistimos. “A perderla”, ha dicho un chico con medio hilo de voz.

Tito no soporta la idea de que Lucha sea feliz por sí misma. Tiene miedo a su autonomía. Necesita reconocerse como la única fuente de deseo de Lucha. Y para cerciorarse, le ha puesto una prueba de amor: “Si me quieres de verdad no necesitarás pintar nunca más, ni estar con otras personas. Estaremos juntos para siempre”.

Pero entonces, ¿Tito la quiere? Insistimos. “Sí y no”. “Sí la quiere, pero no la quiere bien”, explica la chica que había mencionado antes que Tito que era machista. “Actúa así porque en el fondo le importa su novia. Porque la quiere proteger”, añade otro chico. Su respuesta es de manual. Sistemáticamente en estos talleres con jóvenes controlar se entiende como sinónimo de compartir, ergo sinónimo de querer. “Nos queremos tanto que lo compartimos todo”.

Con esta serie de preguntas, intentamos entender por qué actúa así Tito, qué es lo que siente. Y no para justificarle, ni mucho menos, sino para deshilar toda la maraña de cosas que a uno lo le atraviesa cuando se comporta así de macho. Cuestionamos la masculinidad dominante desde el debate abierto. Resignificamos la palabra amor, la vaciamos de violencia y toxicidad. Abrimos la posibilidad a amar en libertad.

No venimos a evangelizar. Que tire la piedra quien esté libre de culpa. Por eso necesitamos hablar. Necesitamos hablar de la pareja y ese tipo de vulnerabilidad que estalla violentamente. Necesitamos nombrar que hay un modelo de masculinidad asociada al control de las mujeres. Necesitamos hablar de las ridículas pruebas de amor que nos ponemos. De los celos. De la entrega y la sumisión como un acto de amor asociado al rol femenino.

A partir de la historia de Lucha, algunas alumnas se atreven a hablar de sus ‘propias ‘historias: “A una amiga mía le pasó lo mismo que a Lucha, dejó de venir con nosotras”. Ha prendido la mecha y otras se animan a compartir sus historias.  Lo que en la pizarra parecían conductas ridículas, sacrificarse por amor, poner una prueba de amor para que la otra te demuestre lo que te quiere… pues resulta que no es tan marciano. La clase se ha convertido en una suerte de confesionario. Pero eso sólo ocurre cuando conseguimos abrir un espacio de seguridad y confianza. Cuando tocamos alguna tecla en el momento adecuado. Y eso no es lo habitual en una sesión de dos horas.

Lucha no es una masoca

Tito no mola. Pero Lucha tampoco. A las chicas no les gusta identificarse con un personaje que se sacrifica por amor, aunque luego decida romper la relación y salir a grafitear en los muros de su ciudad. “En el fondo es un poco tonta, si no no hubiese dejado de pintar”. Aquí parece que hay consenso lapidario. Se han olvidado de lo que han dicho al principio, que Lucha está triste y que los actos de Tito, un ser al que ama, tienen consecuencias sobre ella. Somos cómplices de las relaciones que elegimos y alimentamos y, por tanto, libres. Bien, pero no nos olvidemos que somos sujetos en relación. Lucha no es una yonqui de las relaciones tóxicas. No es una masoca.

¿Qué ocurre para que decida romper su relación con Tito? Ocurre que ha conocido al colectivo Mujeres Creando. Ocurre que ha compartido su historia con otras mujeres y siente que no está sola. Ocurre que siente más calorcito con estas mujeres que valoran sus dibujos que con el cacho de carne de su novio. Ocurre que se lo cuenta a su familia y que no la juzgan.

“Chao Tito”, escribe en un muro Lucha al final del cuento. ¿Nos gusta ese final o sería más romántico uno en el que se reconcilian, en el que no rompen? Son pocos los que admiten que sería más bonito otro final donde a Tito no le dejen. La mayoría sí aplaude este final. Se acabó la era de finales felices con parejas imposibles que comen perdices.

Finalizamos la sesión en el aula poniendo el acento en el lado estético y creativo. Hemos tocado el palo analítico con el diagnostico del cuento, también el plano emocional con las experiencias compartidas. Ahora nos toca pasar a la acción. Imaginaros que sois grafiteros y grafiteras, les sugerimos, ¿qué mensajes le dejaríais a alguien que como Lucha vive su angustia en silencio? ¿Y a alguien como Tito, que prefiere una posición cómoda y segura a costa de la angustia de su novia?”.

Aquí os dejamos la letra vamos a tratarnos bien, nada menos que la banda sonora de nuestro cuento.

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